lunes, 30 de abril de 2018

Cinco años sin Raúl Romero Altares (30/04/1955 - 30/04/2013)

Cinco años sin Raúl Romero. Esto no es una crítica de arte sobre un artista. Simplemente quiero contaros cómo Raúl Romero llegó a mi vida contada de la forma más natural posible, como si se la contara a un/a amigo/a. Sin ninguna pretensión, sólo con la intención de que podáis conocer el por qué de Raúl Romero en Galería Léucade. Con una única foto doble acompañando el texto: a la izquierda, Raúl Romero junto a su gata. A la derecha, yo en la casa de Raúl Romero junto a su gata.



Todo comenzó en Art Madrid en febrero del 2017. Estando allí pasaron por mi stand y me hablaron de un artista llamado Raúl Romero que ya había fallecido. Sus herederos tenían unas 1500 obras suyas. Hacía poco que habían creado una web para dar a conocer su trabajo. No supe muchos más datos de este artista ni vi su obra, y a pesar de conocer a muchísimos artistas que vinieron a hablar conmigo al stand, no se me olvidó ese nombre. La semana siguiente, ya de vuelta en Murcia, me puse a investigar sobre él. Esa noche no dormí. La pasé mirando sus obras hasta que se hizo de día literalmente, y eso que no están publicadas ni una décima parte de las imágenes. Empecé a hablarle a mis amigos y artistas sobre él, que lo buscaran y lo vieran, porque no podía explicárselo. Pensé que ojalá pudiera exponerle, pensaba escribirle a la persona responsable de todo su legado, pero me parecía hasta un atrevimiento enorme, un artista que debería estar en un museo. Y entonces recibí un mensaje de la gestora del proyecto Raúl Romero Arte. Me preguntaba si me gustaría exponer la obra de Raúl Romero en mi galería. Se me adelantó y no podía creérmelo. Quedamos en abril en Madrid y fuimos a Peguerinos (Ávila) para ver el que fue el estudio de Raúl, donde se encuentran sus obras. Fue un día que no voy a olvidar nunca. Allí, sin saberlo todavía, comenzó mi Síndrome de Sthendal. En una buhardilla en un pequeño pueblo de Ávila pensé que estaba en el mejor museo en el que jamás había estado. Comencé a analizar las obras y se sorprendieron con mis análisis, de cómo era capaz de ver todo aquello sin haberlo conocido. Las obras hablaban por sí solas, no era necesario saber nada más. Incluso supe que era admirador de Kafka como yo sin que nadie me lo dijera. Evidentemente, en cada artista su obra va unida a su vida y su vida a su obra. Me encontraba en la buhardilla, el lugar de su casa donde tenía su estudio, la misma casa en la que se quitó la vida, quizá intentando liberar al pájaro azul de su cabeza como contaba Rubén Darío en su relato. A Raúl Romero lo definen como pintor hermético. Siempre estaba en ese estudio, y allí tenía el honor de encontrarme yo, en esa buhardilla donde pasó tanto tiempo de su vida, encerrado en sí mismo. Miré por una de las ventanas de la buhardilla y sólo podía pensar que por allí miraba él, que estaba viendo lo mismo que él veía, y una emoción me invadió… Ver su obra me había dejado trastocada, no era necesario saber nada de su vida para que su obra por sí sola lo consiguiera, pero algo tan simple como el gesto de mirar por la ventana, fue el punto de inflexión para ser consciente del lugar en el que me encontraba. Vi muchas obras, ninguna me dejó indiferente. Estaba allí con un artista al que le comisariaba una exposición en Madrid esa misma noche, y llegamos tarde a su propia exposición porque quedamos atrapados allí entre tanta genialidad. Desde ese día, no he dejado de pensar en la obra de Raúl Romero ni un solo día.

Desde entonces se fue preparando la exposición en Murcia. Vino la responsable de su obra y aquí le propuse la idea de crear una Sala Permanente Raúl Romero en una de las salas de Galería Léucade para que así la gente pudiera ver cada mes una nueva exposición suya. Le gustó tanto la idea que el proyecto se está llevando a cabo durante un año entero. La exposición antológica, en la sala principal de Galería Léucade, se inauguró el 2 de junio. Fue exageradamente emocionante. Recuerdo el día anterior, el día del montaje, escuchando Supertramp, ya que a Raúl Romero le gustaban mucho. La inauguración fue muy emotiva para mí e hice algo que me sorprendió a mí misma: llorar en público. Se dice en psicología que "es habitual experimentar ciertas sensaciones cuando tenemos delante un estímulo que las motiva. Sin embargo, existen personas con una gran sensibilidad a estos estímulos, y reaccionan de manera excepcional ante las emociones que despierta una obra de arte. En estos casos extremos, se suele hablar de "Síndrome de Stendhal". Yo lo experimenté con las obras de Raúl Romero, y la noche de la inauguración lloré (literalmente) delante de todas las personas que asistieron al evento. Al acabar le dije a una artista: "qué vergüenza haber llorado delante de todos", y me contestó: "¿qué galerista hace esto? ¿quién se emociona así con las obras de sus artistas?" Más tarde recibí un whatsapp de otro artista que estuvo en la inauguración diciéndome: "Ha sido bonito verte emocionarte durante tu intervención. Pienso que esa es la diferencia entre tú y el resto, o la gran mayoría, de galeristas". Y hace unos días supe que también impacté a otra artista que también estaba allí esa noche, porque hace poco me dijo: "Me ganaste cuando te vi llorar el día de la inauguración de Raúl Romero." Así que no pensaré "qué vergüenza haber llorado" y pensaré: "qué orgullosa de mostrar mi pasión tan enorme por el arte hasta el punto de llorar mientras hablo de la obra de un artista". 

A partir de aquella exposición, la primera exposición póstuma, he tenido la responsabilidad de mostrar la obra de Raúl Romero como él merecía, siendo el gran centro de atención, obras de Museo y que tengo el lujo de tener en Léucade. Todas las personas que han visto la obra de RR han quedado tan fascinadas, que muchas de ellas han rozado la obsesión. De hecho podría hacer un club de fans con muchas personas que vienen continuamente a Léucade sólo por ver su obra. No deja indiferente a nadie. No he conocido a ni una sola persona a la que la obra de Raúl no le inquiete por completo. En agosto, mis vacaciones las pasé en la que fue su casa, donde vivió sus últimos años, donde tenía su estudio y creó las obras que habéis ido viendo en la galería y donde puso fin a su vida. No exagero al decir que fueron las mejores vacaciones de mi vida. Fue una experiencia brutal. Recordad cuando habéis ido a la casa museo de un artista, que veis todas sus cosas y no se puede tocar nada. Pues imaginad poder dormir unos días en la casa de tu artista favorito, estar sentada en el que era su sillón preferido en su estudio, ver el gallinero que fabricó, comer en su jardín, leer sus cartas, tocar sus materiales de pintura, sus obras, sus fotos, ver en sus estanterías que tenía libros y CDs iguales que los míos, mirar por las ventanas por las que él miraba, que su perra y su gata (que no quieren estar en otro lugar que en el que era su sillón) quieran estar contigo y hasta se te duerman encima, conocer historias sobre él contadas por la que fue su mujer, notar su presencia... Fue inolvidable. Uno de los días nos acercamos a la ciudad de El Escorial, donde estuvo viviendo un tiempo, y hasta entré sin saberlo a una de las tiendas donde él compraba materiales. Había un puesto con libros y les estuve echando un vistazo, ya que nunca puedo contenerme. Vi un libro de poesías completas de Rimbaud que estuve a punto de comprar, pero finalmente no lo hice. Esa tarde, cuando regresé a su casa para seguir mirando todas las obras y seleccionándolas para las exposiciones que iba a ir teniendo en la sala permanente, encontré una obra en la que ponía "Homenaje a Rimbaud". Le conté a la que fue su mujer que qué casualidad, que había estado a punto de comprarme ese mismo día un libro suyo. Me dijo que él tenía uno, que si lo encontraba me lo regalaba. Lo buscó y me lo regaló diciéndome que además me iba a llevar un libro con su firma y su letra. Lo abrí y en la primera página tenía escrito su nombre y apellidos: Raúl Romero Altares, la fecha en la que se lo compró, y la ciudad en la que lo hizo: El Escorial. Me impactó mucho, me hizo pensar si se habría comprado ese libro en el mismo lugar donde yo había visto otro ejemplar esa misma mañana. Tengo ese libro en mi habitación y es maravilloso tener un libro suyo, con las esquinas dobladas en los poemas que él quiso destacar.

En febrero del 2018, justo un año después de haber conocido su obra, conseguí llevarlo al mismo lugar donde vinieron a mí para que viera su obra: Art Madrid. Él siempre quiso estar en las ferias de arte y estaba consiguiendo un sueño póstumo sólo un año después. Todas y cada una de las personas que lo vieron seguían sin tener palabras. Me decían comentarios del tipo que ningún artista era como él, que era el mejor artista de todas las ferias juntas, que hacía años que no veían obras de arte tan impresionantes. Y fue muy emocionante recibir la visita de sus compañeros de facultad, o de su sobrino. Sin embargo, nos hicieron quitar algunas de sus obras de la feria, qué difícil se lo han puesto siempre a RR… Pero hoy sólo quiero contar lo bueno, como que una chica fue expresamente hasta Madrid sólo para ver sus obras, y al verla emocionada viendo una a una las obras que había en carpetas, casi vuelvo a llorar de la emoción de que Raúl siga consiguiendo llegar a la gente de una manera tan bestial, o que un chico fue a la feria cada día para ver una y otra vez uno de sus autorretratos hasta que otro hombre lo compró y me dio pena por aquel chico, que tan enamorado estaba de esa obra. La obra de Raúl Romero sigue estando en Galería Léucade, y con motivo del aniversario de su muerte, no sólo ocupan sus obras su Sala Permanente, también la sala principal de la planta superior de Léucade. Además, en la exposición de la sala principal de la galería, pueden encontrarse aquellas carpetas repletas de obras que estuvieron en Art Madrid y algunos de sus escritos, porque podría escribir horas y horas sobre Raúl Romero, ya que no sólo es uno de mis artistas preferidos, también es uno de mis escritores favoritos.

La primera noche que pasé en su casa soñé con él. Me dictaba, junto a la cama, y yo anotaba en un papel lo que me iba diciendo. Ojalá lo recordara. Ojalá lo hubiera conocido... Llegué tarde. Hoy habríamos celebrado su cumpleaños, hoy habría cumplido 63 años. Qué sensación más rara echar de menos a alguien que no has conocido… 

Sé que acabarás teniendo tu propio museo, Raúl.


Sofía Martínez Hernández.
Fan absoluta de Raúl Romero.

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